top of page

Decoración espiritual

  • Foto del escritor: Ar Domínguez
    Ar Domínguez
  • 7 oct
  • 3 Min. de lectura

Acabo de aterrizar después de un largo fin de semana en Tenerife, volviendo a las andadas de mi marca, y nada más pisar mi barrio me encuentro con mi amiga Ana. Apenas 10 minutos de trayecto compartido entre tareas, muchos piropos mutuos y temas pendientes varios y variados. Nuestra intensidad compartida es tal que nos despedimos con una tarea pendiente: reflexionar por separado sobre el karma y cruzar nuestro acuerdo o desacuerdo en este blog.


Y aquí estoy, con la maleta a medio deshacer y la cabeza llena de ruido, pensando en si de verdad existe eso del karma, que es sobre lo que me ha retado a escribir.

A veces me gustaría creer que sí. Que el universo tiene un Excel donde apunta quién ha sido bueno y quién no, y reparte hostias o milagros según corresponda. Pero no.

La realidad es menos romántica: hay gente maravillosa que se come toda la mierda del mundo, y auténticos pollabobas que viven como si la vida les debiera algo. Y no, no pasa nada. Nadie ajusta cuentas.


El karma, como tantas otras cosas, lo inventamos para no volvernos locos. Para no aceptar que el azar tiene más poder que cualquier dios, y que la vida, en el fondo, no siempre tiene sentido.

Nos da vértigo pensar que todo sea pura casualidad. Así que lo llamamos karma, ya casi al unísono. Que “todo vuelve”. Que “el universo escucha”. Pero el universo no escucha nada: está ocupado expandiéndose.


Aun así, hay algo que me hace dudar. No sé si llamarlo karma, intuición o simple estadística emocional, pero tengo la sensación de que lo que uno lanza al mundo, de algún modo, le da la vuelta. No en forma de castigo, sino de espejo.

Cuando haces daño, te conviertes en alguien que sabe hacerlo. Y eso ya es suficiente castigo.

Cuando ayudas, te conviertes en alguien capaz de hacerlo. Y eso ya es recompensa.


El resto, pura decoración espiritual.


Sobre el libre albedrío… tampoco estoy tan seguro. Nos venden la libertad como si fuera un catálogo de IKEA: elige lo que quieras y monta tu vida. Pero lo cierto es que elegimos poco, además de mal…

Elegimos dentro de lo que podemos, de lo que sabemos, de lo que nos dejaron -esto es un tema para retar a Nira Amador-.

El libre albedrío es un perro con correa larga: parece libre hasta que tira demasiado.


Y lo del plan superior… no sé. Me encantaría pensar que hay uno, pero sospecho que lo inventamos para justificar lo que no entendemos, tal y como pasamos del mito al logos y nació la filosofía. A veces la vida simplemente te da una hostia sin motivo, y no hay lección detrás. Solo una hostia.

Pero también es verdad que, cuando pasa el tiempo, a veces descubres que esa hostia te colocó ¿donde debías estar?. Y ahí, por un segundo, piensas que quizás sí había un plan.


En fin.

No sé si el karma existe o no. Pero me gusta creer que las cosas tienen un eco. Que lo que hacemos no desaparece, sino que rebota, cambia de forma y nos acaba rozando de alguna manera.

Llamémosle karma, destino, o simplemente consecuencia. Quizá pedagogía divina o universal.


Lo único que tengo claro es que lo que das, te define. Y que si esperas justicia cósmica, te vas a aburrir mucho.


Ar Dominguez

 
 
 

Entradas recientes

Ver todo
Nunca más siempre

“Ese” momento en el que descubres que todo aquello que conocías como “hogar” no era es un lugar, sino una costumbre. Una forma de repetir el mundo para sentir que está bajo control. Lo que te salvaba

 
 
 
Estoy pensando seriamente en volver a enamorarme.

Estoy pensando seriamente en volver a enamorarme. Llevo tiempo dudándolo, pero creo que estoy preparado. Aunque solo sea para volver a sentir eso que uno siente cuando se asoma al borde del precipicio

 
 
 

Comentarios


bottom of page